Miedo al fracaso: 4 referentes que muestran el valor de fracasar

El miedo al fracaso es una de las emociones más comunes y, al mismo tiempo, más limitantes. La sociedad se ha construido para temer y limitar el potencial de los que pretenden hacer algo distinto. Incluso, dentro de lo que se espera de nosotros, a veces el temor aparece. En este artículo descubrirás el valor del fracaso y cómo vencer el miedo para transformarlo en una poderosa herramienta de impulso y crecimiento.

El miedo como mecanismo de control

El miedo y la inseguridad han sido utilizados como mecanismo de control en el sistema de las naciones (económico, social, político e incluso cultural). El ser humano nace y crece rodeado de la creencia de que es malo sufrir. Ese temor a pasarla mal limita voluntades y sueños. Entonces el fracaso se ve como algo fatídico… y no lo es.

Esta narrativa genera individuos cautelosos, obedientes y limitados en sus aspiraciones. Así, el fracaso termina viéndose como una tragedia personal y no como un proceso natural de aprendizaje. El resultado es una sociedad que teme arriesgar, que se aferra a lo seguro y que muchas veces renuncia a la posibilidad de transformar su vida.

La trampa de la sobresensibilización

Vivimos en una época donde se promueve la idea de que se debe estar feliz y alegre todo el tiempo. Mal nos han criado en este afán de encerrarnos en una burbuja inservible y lejana de la realidad. El malestar, el sufrimiento o la frustración se consideran anormales y se dramatizan como si fueran el fin del mundo. No lo son. Esta sobresensibilización nos aleja de la realidad y nos impide ver el valor formativo de lo “negativo”.

El fracaso, en este contexto, aparece como un monstruo insoportable, cuando en realidad es parte inseparable de cualquier proceso de crecimiento. Sin error no hay experiencia, sin tropiezos no hay aprendizaje, sin dificultad no hay claridad.

La pedagogía de la obediencia

Desde los primeros años de vida, el ser humano es moldeado bajo una pedagogía de la obediencia. Se le enseña que equivocarse es vergonzoso, que sufrir es inaceptable y que la docilidad es premiada. Se confunde lo normal con lo mediocre, la rutina con la monotonía, y lo auténtico con lo insensato.

La escuela, la familia y las instituciones transmiten un mismo mensaje: no arriesgues demasiado, no salgas de la norma. A pesar de que en esta nueva sociedad de la estupidez donde la excentricidad se aplaude el molde se ha roto, se sigue evitando realizar “algo” que realmente vale la pena. Llamar la atención no es arriesgar. Hoy la nueva limitación es el refugio en el vacío mientras se sigue teniendo hacer algo que realmente vale la pena.

Choque de modelos que premian el miedo al fracaso

La confrontación entre el antiguo modelo educativo y la nueva estructura nacida de las redes genera un impacto de extremos: individuos tipo máquinas pensados para producir o hacer producir, y personas inseguras que se refugian en personajes con “seguidores”. Pocos y pocas actualmente se enfocan en hacer cosas que valen la pena, aunque ello suponga readaptarse entre ambos modelos.  

Pero incluso en las nuevas tendencias el sistema ha logrado generar dependencia. Las plataformas están repletas de proyectos humanos incompletos u otros que son puro espejismo. Otros quieren alcanzar “éxito” de la noche a la mañana, y ni siquieren entienden el concepto de tener éxito. En eso aparece el no entendimiento del “fracaso”.

Los modelos (viejo nuevo) están ya estructurados para generar una pedagogía que obedece los intereses de los que controlan la vida (los mismos que controlan las redes, el trabajo, la economía, etc). Muy pocos trabajan en ellos mismos. Para invertir en uno mismo, inevitablemente se va a fracasar una y otra vez, si entendemos el fracaso como el estigma que nos han vendido y bien se ha insertado en la cultura humana.

Paulo Freire denunciaba en Pedagogía del oprimido que la educación bancaria convierte al alumno en un receptor pasivo, incapaz de cuestionar y, por tanto, fácil de controlar. El miedo al fracaso, en este marco, no es un accidente. Siempre es una herramienta de domesticación y ya se expandió a todas las esferas.

La consecuencia de la evolución del miedo al fracaso en las sociedades

La consecuencia es una sociedad donde los sueños se reducen, la innovación se sofoca y la voluntad queda limitada. La sobre información genera copias y la inteligencia artificial apuntala ese sentir. Pensar ya no es un privilegio, se buscan atajos. La fuerza se compra, la originalidad se entierra para conseguir unos likes más.

Incluso si no se está en dicha “corriente”, hoy la super producción en todos los ámbitos sustituye a la artesanía del trabajo y las ideas, de la formación y la construcción de una marca que puede ser lo más mínimo. Como todos miran todo, ya no queda margen de error.

Sin embargo, recuperar el valor del error y del sufrimiento es rebelarse contra esa pedagogía de la obediencia y reivindicar la fundamentación de la libertad, en la que el fracaso se entienda como condición necesaria para la autonomía y la creación.

El fracaso como experiencia necesaria

Lejos de ser un enemigo, el fracaso es maestro. Samuel Beckett lo expresó con lucidez: “Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better”.

La grandeza no se encuentra en evitar la caída, sino en aprender a caer mejor.

Los grandes referentes de la ciencia, el arte y la filosofía coinciden en esto. Edison no vio sus mil intentos fallidos como derrotas, sino como pasos inevitables hacia la bombilla. Hemingway reconocía que “el hombre no está hecho para la derrota”, sino para resistir en medio de ella.

Reivindicar el valor de lo negativo

El fracaso revela lo que el éxito oculta. Nos obliga a repensar, a replantear prioridades y a despojarnos de ilusiones cómodas. Nietzsche llamaba a este proceso amor fati: amar incluso lo que duele, porque en ello se forja la autenticidad.

Lo negativo no destruye la felicidad, la hace posible. La claridad nace de la tensión entre lo que queremos y lo que nos hiere. Rechazar el fracaso es rechazar la vida misma en su complejidad.

Los grandes “fracasados” que prueban el valor del error

Michael Jordan

michael jordan at boston garden

Considerado el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos y el deportista más espectacular de la historia por muchos expertos y aficionados. Jordan tuvo una curva que cualquiera pensaría “una mentira” para alguien que es considerado un ícono en la cultura del deporte global.

Fue cortado de su equipo en la secundaria. Él mismo declaró en una entrevista:

“(…) he fallado más de 9,000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. En 26 ocasiones se me confió el tiro ganador y fallé. He fracasado una y otra vez en mi vida, y es por eso que tengo éxito”.

J.K. Rowling

jk rowling crop

Autora de Harry Potter y considerada un refrente de la fantasía infantil, con su obra convertida en un clásico en apenas pocos años. La escritora británica recibió múltiples rechazos editoriales antes de que su obra viera la luz. Doce rechazos.

Vivía en condiciones precarias, y fue precisamente en medio de ese aparente fracaso donde encontró la disciplina para escribir la saga que la convirtió en referente mundial.

Ronnie Coleman

ronnie coleman 8 x mr olympia 2009 2 (cropped)

“The King” ha sido el fisiculturista más monstruoso jamás visto, y muchos creen que jamás habrá con una fisonomía tan grande y perfecta a pesar del desarrollo actual en materia de suplementación y maquinaria para hacer crecer el cuerpo. El ocho veces Mr. Olympia (Mr. O también fue llamado) no alcanzó la cima en sus primeros intentos.

Durante años entrenó sin reconocimiento, con derrotas en competencias menores. “Estuve años compitiendo sin ganar un dólar y quedando muy atrás en las posiciones, nunca me quejé” dijo en una conferencia cuando todavía no había ganado los ocho títulos. Coleman logró transformar cada revés en un aprendizaje sobre su cuerpo y su disciplina hasta formarse y convertirse en un rival imbatible en la época de oro del culturismo.

Sylvester Stallone

sylvester stallone cannes 2019

Fue rechazado en más de 1000 audiciones. Sí, leíste bien, en más de 1000 audiciones. Cuando escribió Rocky, intentó vender el guion, pero insistió en protagonizarla.

Lo rechazaron múltiples veces hasta que lo aceptaron bajo condiciones mínimas. Hoy Rocky es un clásico y Stallone un ícono de resiliencia así como uno de los actores de acción más queridos y referenciados del cine.

Del miedo como control al fracaso como libertad

Si el miedo al fracaso se ha usado como herramienta de control social, entonces reapropiarnos del fracaso es un acto de libertad. Significa desobedecer la norma de la positividad obligatoria, aceptar que sufrir y errar son parte de existir, y transformar el tropiezo en motor de voluntad.

Mira más de nuestro contenido en youtube: fdh canal

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *