Metafísica: Las 5 grandes preguntas

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Desde tiempos antiguos, la filosofía además de intentar entender el mundo, ha pretendido descifrar lo que hay más allá de lo evidente.

¿Qué somos? ¿Qué es el ser? ¿Qué es el tiempo, la realidad, el todo?

Esas preguntas dan origen a una de las ramas más profundas, y también más esquivas, del pensamiento humano: la metafísica.

Pero primero debemos saber ¿qué es exactamente la metafísica? ¿Y por qué sigue importando en una época como la nuestra, tan cargada de datos, urgencias y fragmentación?

El origen de la metafísica

Existe una desacertada interpretación de lo que es la metafísica, comúnmente asociada a lo esotérico, o en algunos casos extremadamente erráticos relacionado con meditación o superación pero desde una base motivacional. Aunque hay cierta relación, no es esto lo que elementalmente se comprende como metafísica.

La palabra “metafísica” proviene del griego metà ta physiká, que literalmente significa “lo que viene después de la física”. No se refería originalmente a un plano espiritual o esotérico, sino simplemente al orden en que los textos de Aristóteles fueron organizados: después de su tratado sobre la física venía otro conjunto de textos sobre temas más abstractos, más universales. Con el tiempo, el término pasó a nombrar el estudio de lo que está más allá de la experiencia empírica, de las condiciones y principios fundamentales de la realidad.

En esencia, la metafísica no pregunta cómo funcionan las cosas, sino qué son, por qué existen y cuál es la estructura última de lo real. Es un intento de captar aquello que permanece mientras todo cambia. En este sentido, se convierte en la más radical, controvertida y profunda de las disciplinas filosóficas.

¿Qué es la permanencia en la metafísica?

En metafísica, la permanencia no alude simplemente a algo que “dura mucho”, sino a lo que permanece por debajo o por encima del cambio, lo que sostiene el devenir sin confundirse con él. Es la estructura última que hace posible el mundo como lo conocemos. La permanencia es, entonces, lo que da coherencia, identidad y continuidad a lo real.

Se busca la permanencia como anhelo de comprensión del fondo estable de lo real, aquello que:

Hace posible el cambio sin que todo se disuelva en caos.

Permite nombrar, pensar, categorizar o reconocer el mundo.

Sustenta la identidad personal, el orden natural y la inteligibilidad del universo.

Sin algo que permanezca, nada podría conocerse: no podríamos hablar de “mesa”, “árbol” o “persona” si todo fuera solo flujo sin identidad. El ser humano necesita una base ontológica para sostenerse en el mundo. La pregunta por lo permanente además de conceptual, es existencial.

En resumen, la permanencia es lo que hace que el mundo no se diluya en pura fugacidad. Y buscarla es intentar comprender qué es lo que “sigue siendo” en medio de todo lo que se transforma.

¿Entonces qué es la metafísica realmente?

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En palabras claras, la metafísica es la rama de la filosofía que intenta comprender lo permanente, lo esencial, lo absoluto. Estudia lo que hace posible que algo ocurra. No se limita a describir cosas, pregunta por el ser mismo; por qué hay algo en lugar de nada, qué es lo que une todo lo real, qué es lo que permanece incluso cuando todo cambia.

No es ciencia, ni religión, ni psicología.

La metafísica piensa desde el asombro, desde la pregunta radical, desde esa inquietud que surge cuando los hechos no bastan y los conceptos se quiebran. Pretende ser verdadera, y en ese sentido, es el núcleo más profundo y primigenio de la filosofía.

Metafísica variada

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La metafísica no es uniforme. A lo largo de los siglos se ha desplegado en distintas direcciones, cada una con su lenguaje y método. Podemos distinguir cuatro grandes vías, que no son excluyentes sino complementarias.

Metafísica racional o académica

Es la más tradicional. Nace del impulso de ordenar el mundo y sus principios, de encontrar causas primeras y estructuras estables. De Aristóteles a Tomás de Aquino, de Kant a Heidegger, la pregunta es: ¿cuáles son las categorías fundamentales del ser? Construyó los cimientos del pensamiento lógico, científico y jurídico.

Metafísica fenomenológica o existencial

Surge cuando se comprende que el ser no se capta desde fuera, sino que se vive desde dentro. No basta con conceptos; hay que atender a cómo se manifiesta el ser en la experiencia. Describe el aparecer del mundo en la conciencia, el cuerpo, el tiempo vivido. Husserl, Heidegger, Merleau-Ponty y Zambrano exploran el ser como horizonte de existencia.

Desplaza la metafísica del cielo de las ideas a la vida concreta. El tiempo deja de pensarse únicamente como un concepto para contemplarse como nuestra finitud. El ser deja de ser abstracto para convertirse en el modo en que estamos-en-el-mundo.

Metafísica espiritual o mística

Busca experimentar directamente aquello que las otras vías intentan pensar. Parte de la intuición de que la conciencia puede acceder al fondo del ser sin mediación conceptual. Se actúa en ella mediante meditación, contemplación, desapego del ego. Lao Tse habla del Tao innombrable, Rumi del amor como principio del universo, Ramana Maharshi de la pregunta “¿quién soy yo?” como puerta al ser. Ofrece una experiencia unitaria en un mundo fragmentado. Es una práctica de transformación interior.

Metafísica poética o literaria

Aparece cuando las grandes preguntas dejan de formularse en tratados y se expresan en relatos, imágenes y símbolos. Borges, Cortázar o Lispector no definen “ser”, “tiempo” o “unidad”, pero los ponen en escena.

Se “dibuja” mediante metáforas, paradojas, estructuras narrativas. Los espejos y laberintos de Borges son mapas de lo infinito; la Maga y Oliveira en Rayuela encarnan la búsqueda de la unidad. Esta metafísica rompe el monopolio académico de su concepción. Muestra que hay intuiciones que sólo se transmiten en experiencias estéticas.

Las grandes preguntas de la metafísica

La metafísica es un sistema de preguntas conectadas, cada una tocando una dimensión central de la existencia.

¿Qué es el ser?

Se trata de comprender lo que significa “ser algo”. ¿Por qué hay algo en vez de nada? ¿El ser es una propiedad, una sustancia, un acto? Parénides inauguró la pregunta y Aristóteles la convirtió en el núcleo de su filosofía.

¿Qué es la realidad?

Lo que percibimos ¿es todo lo que hay? ¿Es la realidad objetiva, subjetiva, múltiple, construida? Platón ya distinguía entre el mundo sensible y el mundo inteligible; la física contemporánea cuestiona la solidez de nuestra percepción.

¿Qué es el tiempo?

Vivimos en él, pero no podemos verlo. ¿Es una estructura del mundo o de la mente? ¿Es lineal, cíclico, reversible? San Agustín confesaba que sabía qué era mientras no lo preguntaran; Kant lo vio como forma a priori de la sensibilidad; Bergson lo concibió como duración vivida.

¿Qué es la unidad o el todo?

Si el mundo está compuesto de partes, ¿hay algo que las unifique? ¿Existe un principio primero, una totalidad, un orden en lo múltiple? Desde el “Uno” de Plotino al Tao de la tradición china, esta es la búsqueda de sentido en medio de la fragmentación.

¿Qué hay después de la muerte?

Es una pregunta ontológica. Morir es dejar de ser, pero ¿qué significa eso? ¿La conciencia se extingue, se transforma, persiste? Epicuro, Pascal, Heidegger y Zambrano la pensaron como clave de nuestra finitud y apertura al misterio.

Estas preguntas se alimentan unas de otras. Pensar el ser conduce al tiempo; pensar el tiempo lleva a la muerte; pensar la realidad exige preguntar por la unidad. Todas brotan del mismo origen: la experiencia humana de límite, asombro y deseo de sentido.

¿Para qué sirve la metafísica hoy?

Estas cuatro vías no son reliquias. Están presentes cada vez que pensamos qué es real, quiénes somos, si hay sentido, cómo afrontar la muerte. La metafísica no es un lujo antiguo: es la raíz oculta de todas las preguntas que importan.

En un tiempo dominado por lo inmediato y lo cuantificable, recordar estas formas de metafísica es recordar que no todo puede reducirse a técnica ni a resultados. Pensar metafísicamente es abrir espacios de profundidad en la vida cotidiana, en la política, en la ciencia, en el arte y en la propia existencia.

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