Greta Thunberg: el rostro de la hipocresía del activismo

Greta Thunberg activismo

El activismo hoy se reduce a portada. Vivimos en un mundo donde la tragedia se ha convertido en mercancía. Las causas nobles, las luchas sociales y los dramas humanos se transforman en escenarios donde importan más las fotos, los discursos y los trending topics que la ayuda real. El caso de Greta Thunberg es un ejemplo casi perfecto de este fenómeno.

¿Quién es Greta Thunberg y cómo se hizo “famosa”?

greta thunberg 4

Greta Thunberg es una chica sueca que hizo famosa con 15 años al a faltar a la escuela para protestar frente al Parlamento sueco por el cambio climático. Llamó la atención porque era una niña enfrentándose al poder político con un gesto radical.

Claro, tenía el respaldo económico y emocional de unos padres con prestigio en la élite cultural sueca. Una niña de origen humilde jamás podría haberse ausentado de la escuela (3 semanas) sin consecuencias.

La prensa local recogió la historia y pronto los medios internacionales replicaron la nota. Era un símbolo narrativo irresistible. Niña vs. políticos. Inocencia vs. indiferencia adulta. Los medios encontraron un relato fácil de vender y lo multiplicaron.

Luego se le otorgó convenientemente el premio Gulbenkian con dotación de 1 millón de euros, un galardón internacional creado en 2020 que premia la lucha climática, justo cuando su imagen estaba en su pico alto.

Origen y privilegio de Greta Thumberg

Greta Thunberg no surgió de la nada ni desde la precariedad. Creció en una familia acomodada y culturalmente influyente en Suecia. Su madre, Malena Ernman, es una reconocida cantante de ópera; su padre, Svante Thunberg, actor y productor; y su abuelo, Olof Thunberg, un actor y director muy conocido en el país.

Ese entorno privilegiado, sumado a vivir en un Estado de bienestar sólido, le permitió dedicarse al activismo sin preocuparse por necesidades básicas o cualquier otra cosa que necesite de un sustento para vivir. Hja de mamá y de papá.

Eso no invalida sus convicciones, pero explica cómo pudo parar la escuela, dedicarse de lleno al activismo y ser sostenida por un aparato logístico que otros jóvenes en África, Asia o Latinoamérica jamás podrían costear. O sea, el mito de David vs Goliat aquí nunca aplicó.

La paradoja de la elección personal

Es cierto que pudo elegir otro camino: viajes de placer, vida privada sin exposición. Nació con las condiciones para ello. En cambio, eligió una vida basada en atención mediática. El problema no es que lo haga, hay chicos que manejan muchos recursos y los emplean en fiesta y una vida innecesariamente ostentosa. Pero esos chicos, esos ricos no te venden una imagen, no engañan para ser el centro de atención a través de la imagen de la tragedia. El problema está en la hipocresía y doble moral del discurso vendido.

El activismo de escaparate

Greta Thunberg activismo

El activismo de Greta se volvió rentable porque encarnó un símbolo que los medios, ONGs y empresas podían usar. Una adolescente blanca, europea, de un país modelo, con un discurso radical, pero no peligroso para las élites (no llamaba a la revolución, sino a que “los adultos actúen”), con un lenguaje emocional, breve, fácil de viralizar, era una puesta perfecta para explotar en medios de comunicación.

Ese símbolo se convirtió en una mercancía cultural ante un tema bastante novedoso. No se trataba tanto de lo que esta chica hacía, sino de lo que representaba.

Necesidad de renovación ante la caducidad

El ciclo mediático funciona por saturación. Algo simple. Primero entusiasmo, luego repetición, después cansancio. Cuando la gente escucha el mismo discurso una y otra vez se pierde efecto. Al mismo tiempo, la atención global se hizo limitada y se giró a cosas más apremiantes: pandemia, guerras y crisis económicas desplazaron el clima como prioridad. Como resultado el discurso climático dejó de ser rentable mediáticamente, aunque la crisis ambiental siga siendo real.

Entra en escena Gaza, y la típica lógica de supervivencia mediática. Una figura que vive de la atención pública no puede permitirse el silencio, porque sin foco desaparece. Gaza ofrece hoy, lamentablemente, lo que el clima ya no. Una narrativa de víctimas y culpables claros, imágenes potentes, indignación global inmediata y acumulación de malestar.

Sumarse a Gaza no cambia el mundo, pero sí mantiene vigente a la figura Greta en el mercado de símbolos. Esto no significa necesariamente que su empatía sea falsa, hay que aclararlo, pero sí que hay un cálculo obvio…

Entonces la solidaridad solo se vuelve visible si coincide con la agenda mediática.

El activismo clásico buscaba cambiar realidades, aunque fuera lento, incómodo y poco visible. El activismo mediático como este busca generar visibilidad inmediata, porque de ella dependen premios, libros, conferencias y fundaciones. Eso obliga a surfear causas “de moda”.

El ejemplo de los viajes en veleros

En 2019, Greta viajó en velero para cruzar el Atlántico y asistir a la ONU en Nueva York. El gesto se presentó como un acto “cero emisiones”. Sin embargo, el velero Malizia II de la activista es un yate de competición de alta gama, con un costo de millones de euros. Para operar, requiere tripulación experta, tecnología avanzada y mantenimiento costoso. Aunque navega a vela, no es una opción realista ni accesible para absolutamente nadie que no esté en un círculo elitista.

La tripulación tuvo que volver en avión… lo cual contradijo el propósito de evitar vuelos. Circo mediático, portadas, atención de medios. Eso y nada más. Greta se pudo dar ese lujo gracias a su posición social y a la maquinaria que la rodea.

La contradicción del “green marketing”

Mientras Greta denunciaba la contaminación, imprentas, editoriales y distribuidoras imprimían millones de copias de sus libros (papel, tinta, transporte). Medios globales gastaban recursos (viajes, energía, publicidad) para amplificar su figura.

Se generó un circuito económico “verde” que movía dinero, pero no reducía emisiones. Es decir, su activismo se volvió parte de la industria cultural capitalista que vive del consumo y que, en teoría, es lo que ella cuestionaba.

Un detalle no menor son “sus libros”, un sutil ejemplo de la industria del activismo como estilo de vida. El mensaje que se vende con Greta es “juventud auténtica, sin filtros, contra el poder adulto”, pero los libros se producen con toda la maquinaria editorial y profesionales.

La contradicción es clara. Se vende como voz “pura y directa”, pero se empaqueta como producto editorial de mercado.

Performance como estrategia

Viajar en velero no limpia el planeta, pero sí genera una imagen poderosa. Greta en un barco es símbolo de sacrificio, coherencia, radicalidad… un barco de millonarios. Su efecto es estrictamente performativo: mostrar que ella “vive” lo que predica, aunque en la práctica sea insostenible. Este es un ejemplo perfecto de lo que se llama activismo performativo.

¿Recursos para quiénes?

La Greta Thunberg Foundation canaliza donaciones y premios. Sus libros (que no escribió) se convirtieron en bestsellers internacionales. Los documentales, portadas de revistas, entrevistas, todo eso genera royalties, derechos de imagen y contratos. Fue un boom editorial y de consumo mediático, donde ella fue el rostro.

Asimismo, su imagen fue usada para atraer donaciones millonarias a ONGs ambientales y campañas de “responsabilidad social” de grandes corporaciones. A las marcas les convenía asociarse con el rostro de la juventud indignada, mientras seguían con sus negocios contaminantes.

Greta Thunberg Foundation reparte recursos a proyectos ambientales, pero suelen ir a iniciativas ya conectadas con ONGs internacionales, no a las zonas más invisibles del mundo excepto casos muy puntuales.

Puede tener buenas intenciones, pero eso no invalida el hecho de que saca provecho de las situaciones con su activismo estratégico sumado a su necesidad de atención. En cuanto a sus conferencias, Greta ha hablado en la ONU, en foros de Davos, en el Parlamento Europeo, en universidades de élite… Latinoamérica y África no figuran en sus giras públicas.

Mientras se hizo circular todo el dinero generado en premios, libros y fundaciones, las comunidades realmente afectadas por el cambio climático (África, Asia, América Latina) apenas reciben las migajas.

Es el clásico caso de activismo “con vitrina”, donde el flujo económico beneficia más a ONGs, fundaciones y élites culturales que a quienes sufren las situaciones. Si tu discurso es hacia los problemas del mundo, pues encáusate de lleno a ello, sin selectividad o estrategias de marketing.

¿Activismo o privilegio?

Greta Thunberg activismo

Viajar en velero, publicar libros en masa, hablar en Davos… todo eso es posible porque Greta pertenece a un contexto de familia acomodada y un país rico.

Es irónico (y hasta cínico) que una figura que denuncia radicalmente el consumo y la contaminación dependa de los mismos medios de producción que critica. Es chistoso que una joven que llama a “salvar el planeta” se convierta en marca registrada.

Greta Thunberg  no es incoherente en el sentido de mentir —probablemente cree en lo que dice—, pero su activismo es inseparable del performance y del privilegio. Lo que parece “radical” en realidad es un lujo estético que genera imagen más que soluciones.

¿Por qué Gaza ahora?

Así funciona la economía de la atención. Los medios priorizan lo que tiene conflicto claro, personalización, negatividad, continuidad y referencia a élites. Gaza cumple casi todos a la vez. Muchas guerras africanas, por ejemplo, no logran el mismo “paquete mediático” para audiencias occidentales, ni tampoco varias de las lamentables realidades latinoamericanas o incluso en otras partes de oriente, no muy lejos de Gaza.

También Gaza involucra aliados y rivales de Occidente, tratados, armas, elecciones en EE. UU./UE y presión diplomática constante. Esa cercanía política multiplica foco (y polarización).

El “cálculo de rentabilidad” para un activismo de marca

Cuando el tema A deja de rendir, saltar al tema B evita la irrelevancia. En 2018-2019, el clima era pico de agenda. Hoy, la atención está en Gaza, donde hay cámaras, protestas y clicks. Este giro ya se discute incluso en la prensa sueca como un dilema de marca (coherencia vs. oportunismo).

La flotilla hacia Gaza es, de nuevo, el ejemplo triste del aparato mediático e hipócrita del activismo de escaparate. Introduce titulares y fotos, pero no realmente no hace nada útil.

Un barco de vela o un yate de activistas puede cargar unas cuantas cajas de medicinas, alimentos o mantas. En términos logísticos, no representa nada frente a la magnitud de la crisis.

¿Por qué no coordina y genera una verdadera recaudación de fondos y materia prima, alquilan barcos adecuados, y gestionan la entrada de mercancía a través de las organizaciones que sí lo intentan y lo hacen? Con todo el dinero gastado en estos veleros de gente rica, se envían toneladas de medicina y alimento…

La narrativa del secuestro: show y más show

En cuanto al secuestro o la persecución que supuestamente sufrió, es parte del circo. Cuando algunos medios reportaron que Greta había sido “detenida” o “secuestrada” en relación con Gaza, en realidad Israel ni siquiera dedicó recursos a reprimirla; la ignoró.

Greta ni visitó un sitio vulnerable, ni bajó a hospitales, ni a campos de refugiados ni a zonas devastadas (como sí hacen cooperantes de base). No tuvo contacto directo con la población afectada ni llevó recursos o materia. El viaje se redujo a un acto para la cámara.

La verdadera ayuda

Hay activistas locales en zonas vulnerables luchando contra la deforestación, el extractivismo o el hambre en sus comunidades, muchas veces arriesgando la vida sin cámaras ni portadas internacionales.

Como ejemplo está Berta Cáceres (Honduras), asesinada en 2016 por su lucha contra proyectos hidroeléctricos que afectaban a pueblos indígenas. También está Ken Saro-Wiwa (Nigeria), ejecutado en 1995 por enfrentar a Shell y al régimen militar. Tenemos a comunidades enteras de campesinos, ONGs pequeñas, médicos sin frontera o líderes indígenas que trabajan a diario sin reconocimiento. Tenemos a los defensores de derechos humanos en dictaduras latinoamericanas y jóvenes encarcelados en condiciones precarias por alzar la voz (Cuba, Venezuela, y otros tantos).

Además, está el ciudadano de a pie que día a día se enfrenta a las vicisitudes de un sistema cada vez más abrumador. Gente que defiende a vulnerables en las calles o renuncian a sus trabajos por integridad moral, gente que guarda su dolor por la necesidad de ser fuertes ante los que cuida, gente que critica o actúa sin recibir un solo recurso para sostener su lucha silenciosa y la efectúa por convicción y no como estilo de vida. Esas personas son los verdaderos héroes.

El mundo aplaude a quien monta el espectáculo, pero ignora a quien sostiene en silencio el peso real de la tragedia.

Mira más de nuestro contenido en Youtube: fdh canal

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *