Cuba: déficit eléctrico como parte de la represión

Cuba crisis energética

Cuba ha llegado a un punto que debiera preocupar seriamente a las organizaciones globales que supuestamente velan por la integridad y la vida. En Cuba no hay fallas eléctricas, hay una violación constante a los derechos humanos con una privación de condiciones elementales que sobrepasa a crisis bélicas en otras partes del mundo.

Cuba tiene un colapso de vida, no una falla eléctrica

¿Hasta cuándo el régimen va a seguir matando en cuerpo y alma a todo un pueblo que no le queda ya ni para sobrevivir? ¿Hasta cuándo la represión y el control mediante la miseria manteniendo deliberadamente a millones de personas en condiciones inhumanas?

Basta ya de torturar psicológicamente a una nación, de extraerle esencia y vida. Las constantes caídas del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) son otra herramienta más de control sobre la población, y se ha llegado a un punto donde está en juego la vida de los cubanos, y no es exageración.

Crisis energética de Cuba: contexto y causas estructurales

Existe una suma de factores que se unen al afán de dominio y control mediante el sufrimiento del pueblo por parte del régimen. Esto pasa por la ineptitud y la obsolescencia tecnológica de un sistema ineficiente (en todo sentido de la palabra).

Estructura física del sistema (diseño que invita al fallo)

Hay pocas termoeléctricas grandes (Guiteras, Céspedes, Felton, Mariel) y estas sostienen casi todo. Si un bloque crítico cae, arrastra frecuencia y voltaje y el resto se desconecta para “protegerse”. Como la red es radial, tiene poca redundancia (N-1), o sea, las líneas de transmisión son viejas y sin capacidad de “desvío” cuando falla un tramo. La energía no puede rerutearse con flexibilidad. Además, existe cero modularidad; faltan micro redes e “islas eléctricas” (hospitales, ciudades) con generación propia. En sistemas modernos, un fallo deja zonas sin luz; en Cuba se apaga el mapa completo.

Al no tener “black start” suficiente (las plantas no pueden arrancar sin electricidad externa para bombas, calderas y control) y presentar una sincronización frágil, cualquier oscilación tumba lo ya logrado y se empieza otra vez.

Parques generadores obsoletos (termomecánica agotada)

Las calderas, turbinas, condensadores y generadores tienen décadas de operación, con ciclos térmicos repetidos, fisuras y corrosión por combustibles pesados. El combustible es de mala calidad, con propiedades de escoriación y ensuciamiento, lo cual reduce eficiencia, eleva temperatura de gases y acelera fallas en tubos de caldera.

Además, el mantenimiento no existe, apenas intervenciones sin remedios cuando el sistema entra y sale; se trabaja más a “corrección” que a “prevención” porque no hay recursos ni capacidad, ni interés.

Logística y seguridad de abastecimiento (cuello de botella crónico)

Todo es un desastre. No hay intención ni plan para optimizar lo poco que queda servible (prácticamente nada). El transporte interno es vulnerable y envejecido, no se puede ni cubrir el envío de herramientas, personal o recursos en momentos críticos. Aunque la máquina “esté lista”, si falta combustible en el lugar, no hay generación sostenible.

Transmisión y distribución (la energía que “no llega”)

La red eléctrica cubana está tan vieja que incluso cuando se logra generar electricidad, no siempre llega de forma estable a los hogares. Las subestaciones y líneas de transmisión usan equipos obsoletos; transformadores desgastados, protecciones que saltan sin motivo real, interruptores que fallan. Cuando intentan reconectar tras un apagón, muchas veces los sistemas de seguridad paran todo de nuevo.

Hay pérdidas técnicas muy altas porque los cables son antiguos y están sobrecargados. Se pierde parte de la energía en forma de calor antes de llegar al usuario. A esto se suman las pérdidas no técnicas como el robo de electricidad y lecturas erróneas de medidores. Aun cuando se genera energía, gran parte se pierde en el camino y la que llega lo hace con inestabilidad.

Operación y control: un sistema a ciegas

El SEN cubano no se maneja con criterios técnicos modernos, sino con lo que “se puede prender” en el momento. Se encienden plantas sin importar si son eficientes o estables. Los sistemas de monitoreo son incompletos y atrasados. El control de voltaje y la compensación de energía reactiva son deficientes, porque faltan equipos que estabilicen la red. En la práctica, los operadores trabajan casi “a ojo”, con tecnología atrasada. La red se vuelve extremadamente vulnerable.

Marco institucional y económico: el corazón del problema

El sistema eléctrico además de mal diseñado, está mal gobernado, tal cual la isla desde hace 60 años. Un único monopolio estatal controla toda la cadena (generación, transmisión y distribución). No existe un regulador independiente que vigile calidad ni inversiones. Las tarifas de la electricidad se fijan políticamente, muy por debajo del costo real porque no se crearon las bases para un mínimo d estabilidad económica.

La empresa eléctrica siempre opera en déficit producto de la incompetencia de la dictadura. El régimen no puede sostener una estructura inoperante que no genera absolutamente nada más que robo para llenarse los bolsillos con el sudor de los cubanos en el extranjero que velan como pueden por sus familiares.

Ningún inversionista serio arriesgaría dinero en nuevas plantas porque no hay contratos transparentes ni garantías jurídicas. La dictadura no pretende oxigenar la crisis, todo lo contrario.

La dinámica de la crisis energética en Cuba

La persistencia de la crisis, entre muchos factores, se debe a la falta combustible o porque se rompe una planta grande. Baja la frecuencia, se disparan protecciones, otras unidades se apagan. Intentan reiniciar, pero no hay plantas capaces de arrancar en negro.

Cuando se logra algo, la red de transmisión falla y obliga a reiniciar otra vez. Así infinitamente. Mientras tanto, la gente pasa 16–24 horas sin electricidad. La comida se echa a perder, falta agua porque no funcionan las bombas, los hospitales dependen de diésel que escasea, y sube la tensión social. Es una tortura atroz en masa. Así, un problema técnico es hoy una deliberada crisis humanitaria.

La inversión que Cuba necesitaría

Para sacar al país del estado de colapso crónico se necesita una inversión de entre mil quinientos y dos mil millones de dólares en un plazo corto. Gracias a la Revolución que dejó enfermar de manera crónica la salud de un pueblo. Con esos fondos se pueden realizar mantenimientos mayores en las plantas más críticas, asegurar combustible de forma estable y rehabilitar tramos vitales de la red. Esa primera inyección no modernizaría el sistema, aunque sí permitiría reducir los apagones prolongados que hoy paralizan la isla.

Un segundo escenario requiere entre cuatro y seis mil millones de dólares en cinco a siete años. Ese dinero alcanzaría para construir nuevas plantas de ciclo combinado, modernizar subestaciones, reforzar la transmisión e incorporar parques solares y eólicos de mediana escala. También haría posible introducir programas de eficiencia que reduzcan pérdidas. Con esta etapa, la red ganaría estabilidad y tendría capacidad de recuperación más rápida, evitando que la vida cotidiana dependa siempre de improvisaciones.

La transformación completa del sistema demanda una inversión de entre ocho y diez mil millones de dólares en el transcurso de una década. Ese esfuerzo implicaría sustituir las termoeléctricas obsoletas, expandir de manera significativa las energías renovables, descentralizar la generación en microredes regionales y crear reservas de arranque rápido para emergencias. El rediseño también exige cambios institucionales: apertura a la inversión privada, un marco regulador independiente y reglas claras que den confianza a los financistas.

Cada escenario refleja un grado distinto de ambición. Con dos mil millones de dólares el país puede salir de la parálisis constante; con seis mil millones es posible alcanzar un sistema estable; con diez mil millones se lograría una matriz energética moderna, descentralizada y menos dependiente del petróleo importado. Los recursos existen, porque GAESA, ETECSA y otros monopolios estatales generan miles de millones al año. Lo que falta es voluntad política para dirigir ese dinero hacia la electricidad que sostiene la vida de los cubanos en lugar de destinarlo a hoteles vacíos o a reforzar el aparato represivo.

La oscuridad como tecnología de poder en Cuba

Cuba en apagón

Del apagón técnico al apagón social

En Cuba un apagón eléctrico es la parálisis de la vida cotidiana. La energía sostiene la refrigeración de los alimentos, el bombeo del agua, la comunicación digital y la atención médica. Cuando falta, todo se detiene. El apagón deja de ser un evento técnico y se convierte en un arma social que condiciona la vida de millones de personas. La gente pierde autonomía, seguridad y capacidad de acción. En la práctica, la oscuridad se convierte en un espacio donde el Estado represor amplía su control.

El desgaste como estrategia

Vivir sin electricidad durante 16 o 24 horas es agotador y tortuoso a nivel mental y físico. Los cubanos pasan el día buscando agua, velando por la comida que se echa a perder, ventilando a los ancianos o calmando a los niños. El apagón actúa como una fuerza de fragmentación al desorganizar la vida social, encerrando a cada familia en su propia lucha diaria.

Comunicación bajo control

Cada apagón trae consigo un aislamiento mayor. Los teléfonos se descargan, el internet depende de baterías y datos que se agotan rápido. A esto se suman los bloqueos de redes sociales que el régimen aplica durante protestas o manifestaciones, junto al hurto más reciente de ETECSA.

Cada vez el pueblo cubano está más aislado en la era de la comunicación y la tecnología. Está hecho con toda la intención. La falta de electricidad se combina con la censura digital para producir un silencio forzado.

El miedo y la inseguridad

La oscuridad también refuerza el miedo. Sin alumbrado público, las calles se vuelven inseguras. Muchas personas prefieren quedarse en casa, limitando aún más la vida comunitaria. Así, no se trata de un simple vacío de luz, sino que se genera un entorno fabricado para mantener la pasividad, restringiendo la movilidad mientras la noche se convierte en un espacio controlado por la desconfianza.

La precariedad como herramienta de control

En el fondo, la precariedad energética funciona como una tecnología de poder. No se necesitan balas para controlar a la población, basta con dejarla exhausta, incomunicada y dividida. El apagón es un mecanismo invisible de represión porque mantiene a los cubanos ocupados en sobrevivir, limitando las protestas y ocultando lo que ocurre dentro del país al resto del mundo.

Cuba: oscuridad y oscurantismo

En Cuba, la oscuridad es un método de control. Los apagones prolongados desgastan, silencian y fragmentan a la sociedad. La penumbra es tanto una metáfora como una herramienta, siendo el reflejo de un país sumido en la precariedad y la garantía de un poder que se sostiene en las sombras.

Censura, obstaculización, control social, represión mediante la propagación intencionada de sufrimiento. Cuba está en una de las épocas más siniestras que ha vivido.

Mira más contenido en youtuba dando click aquí, en Fdh Canal

3 comentarios en “Cuba: déficit eléctrico como parte de la represión”

  1. Pingback: Huracán Melissa rompe Cuba: catástrofe en un país arruinado - fdhjournal.com

  2. Pingback: Epidemia en Cuba: una distopía residual - fdhjournal.com

  3. Pingback: Así se vive en Cuba: 150 años de retroceso - fdhjournal.com

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *