Huracán Melissa rompe Cuba: catástrofe en un país arruinado

Huracán Melissa arrasa Cuba

El huracán Melissa golpeó el oriente cubano con vientos de casi 200 km/h y precipitaciones históricas. Lo devastado superó el plano más allá del territorio; el discurso oficial, la mentira constante y la incapacidad de un Estado que vuelve a pedir ayuda al mismo pueblo que ha empobrecido son el rostro claro de lo que vive lamentablemente Cuba.

El impacto del huracán Melissa: cuando la naturaleza se topa con el desgaste

El 29 de octubre, a las 7:10 UTC, el huracán Melissa tocó tierra en la costa sur de Santiago de Cuba, cerca de Chivirico. Había alcanzado categoría 3 tras arrasar Jamaica y Haití. Cruzó la Sierra Maestra, desbordó ríos como el Cauto y salió por el norte oriental dejando un rastro de destrucción en Granma, Holguín, Guantánamo y Las Tunas.

Según la World Meteorological Organization, en algunas zonas se acumularon entre 200 y 400 milímetros de lluvia en menos de 24 horas. Las imágenes posteriores muestran pueblos anegados, viviendas colapsadas y techos arrancados por completo.

Más de 735 000 personas fueron evacuadas, según informes cruzados de la ONU, la OCHA y la OPS. Los vientos arrancaron postes eléctricos, dañaron hospitales, escuelas y puentes rurales. En muchas zonas montañosas las comunidades quedaron incomunicadas, sin carreteras, sin señal y sin suministro de agua potable. La noche fue larga, y literalmente interminable.

Las voces del oriente: una noche que duró demasiado

Desde Santiago, Reinaldo Charón, de 52 años, resume la experiencia con una frase: “Fue un infierno. Toda la noche, terrible.”

La periodista Beatriz Vaillant habló de un rugido que no cesaba: “Era como si el cielo se abriera y el viento gritara.”

Otros, como Alexis Ramos, pescador, caminan sobre los escombros de su vivienda: “La vida es lo que importa. Lo demás… cuesta dinero, y mucho.”

En Cayo Granma, Lisette Murguía refugió a familias que perdieron el techo; vio los árboles caer, los cables chispear y el mar entrar por las calles. Son testimonios tomados de varios medios que atraviesan la retórica oficial y muestran un país en carne viva.

Ayuda de EE. UU.: ofrecida, negada y envuelta en el mismo viejo guion

El Departamento de Estado de Estados Unidos emitió una declaración de asistencia humanitaria para Cuba, afirmando estar “preparado para ofrecer ayuda inmediata al pueblo cubano, de forma directa o a través de socios locales”. La oferta se anunció públicamente, en simultáneo con las destinadas a Jamaica y Haití, y fue interpretada como un gesto de apertura en medio de la devastación que dejó Melissa.

Sin embargo, el gobierno cubano respondió que no ha recibido ninguna propuesta concreta. El vicecanciller Carlos Fernández de Cossío declaró que “solo conocemos declaraciones públicas, que no equivalen a la canalización de ayuda en casos de desastre”. Con esas palabras, La Habana cerró la puerta sin decirlo abiertamente, desestimando el anuncio de Washington y reduciéndolo a mera retórica diplomática.

La realidad es que Estados Unidos no ha podido desplegar ayuda en Cuba, mientras sí lo hizo en el resto del Caribe. Los equipos humanitarios enviados a Jamaica, Haití y Bahamas no incluyen operaciones dentro del territorio cubano.

El intercambio de comunicados entre ambos gobiernos confirma que no existe un canal operativo de cooperación, ni siquiera en medio de una emergencia nacional.

Y detrás del lenguaje político se asoma lo previsible: el temor del régimen a cualquier ayuda que no controle. La historia se repite. En Cuba, la asistencia extranjera —cuando logra entrar— termina bajo el mismo aparato estatal que decide su destino, administra la narrativa y reparte según conveniencia. Esta vez, el huracán no solo dejó techos en el suelo: también expuso, otra vez, la incapacidad de un gobierno para aceptar ayuda sin condiciones, incluso cuando el país más la necesita.

Apagones: el caos perfecto para encubrir la crisis

Huracán Melissa  deja ruinas en Cuba

El huracán encontró un sistema eléctrico ya colapsado como se expuso en un artículo anterior sobre el colapso eléctrico en Cuba. Con postes derribados, plantas obsoletas y déficit de combustible, los apagones se multiplicaron en el oriente. No hay cifras oficiales claras, pero los reportes internacionales coinciden en que los cortes son más prolongados y extensos que los registrados antes del ciclón. Y eso era casi imposible de superar.

El país vive un apagón dentro del apagón. Las lluvias y los vientos sirvieron de excusa para justificar lo que ya era una catástrofe estructural, una red que llevaba años funcionando a medias.

El silencio mediático interno contrasta con lo que muestran los organismos internacionales. Hay comunidades enteras todavía sin electricidad, pocos hospitales funcionando con plantas de emergencia, y el agua potable escasea. Todo esto, en pleno siglo XXI, en una nación que alguna vez se proclamó “ejemplo energético del Caribe”.

El llamado a donar: la desfachatez del Estado tras el huracán Melissa

Mientras los vientos aún soplaban, el gobierno abrió cuentas bancarias de BANDEC “para recibir donaciones”. Lo hizo incluso antes de que terminara el impacto del huracán.

El gesto provocó indignación, como era lógico…

¿cómo puede pedírsele al pueblo —el mismo que acaba de perder su casa, su comida, y su luz— que sea quien done al mismo Estado que lo somete y mantiene en la miseria?

No hubo pronunciamientos de GAESA, empresas militares o corporaciones estatales controladas por el régimen que movieran un solo peso de sus ganancias. Ninguna declaración pública de solidaridad corporativa, ningún anuncio de fondos especiales. Solo el discurso de siempre: “El pueblo ayudándose a sí mismo”.

El contraste duele, agobia y enfurece. Mientras la élite mantiene hoteles en MLC, inversiones en divisas y negocios intactos, los bancos provinciales apelan a la caridad del que no tiene nada.

Denuncias pasadas, sospechas presentes

Las dudas no nacen del resentimiento, sino de la propia historia. Tras el huracán Ian (2022) y otros desastres naturales, se documentaron casos en los que donaciones extranjeras —colchones, víveres, materiales— fueron vendidas a damnificados, o desviadas hacia instituciones gubernamentales. Los registros de prensa y auditorías internacionales dejan claro que la trazabilidad de la ayuda en Cuba es opaca y controlada por estructuras estatales, sin supervisión independiente.

Ahora, con el huracán Melissa, la escena se repite. Existen campañas internacionales de solidaridad, cuentas oficiales y ninguna garantía de transparencia. El temor es simple, porque es el de siempre, ahora un poco más claro, y es que la ayuda vuelva a convertirse en mercancía y el dolor en propaganda.

La otra cara tras el huracán Melissa: lo que dicen los organismos internacionales

Huracán Melissa en el Oriente de Cuba

Informes recientes de la OCHA, FAO, OPS/OMS y ONU describen un panorama grave y persistente:

735 000 personas evacuadas en el oriente.

Cientos de comunidades aún aisladas, con accesos bloqueados por inundaciones y deslizamientos.

3 millones de habitantes expuestos al evento climático.

Infraestructura sanitaria dañada y riesgo creciente de enfermedades vectoriales y respiratorias.

Agricultura en crisis todavía mayor con pérdidas de cosechas, animales y medios de subsistencia.

La FAO activó un fondo de 510 000 USD para medidas anticipatorias, principalmente en suministros agrícolas y techos de protección. La OPS advierte sobre el colapso sanitario en zonas rurales. La OCHA habla de aislamiento físico y logístico de comunidades enteras. Ninguno de estos reportes coincide con el tono triunfalista de la prensa nacional.

La estructura repetida: poder arriba, sacrificio abajo

Cada desastre en Cuba desnuda la misma ecuación, donde los que mandan no pierden nada, los que obedecen lo pierden todo. GAESA, conglomerado militar que controla desde el turismo hasta las remesas, no se menciona en ninguna iniciativa solidaria. Las fuerzas armadas, que podrían destinar recursos o combustible para zonas devastadas, guardan silencio.

Y mientras tanto, el gobierno provincial de Santiago llama al ciudadano a donar dinero que apenas tiene, a compartir comida que le falta, a reconstruir un país que no le pertenece. Mucho discurso y grabaciones de recorridos con el uniforme militar, pero nada concreto y acción real totalmente nula.

Huracán Melissa

El huracán Melissa deja a Cuba entre la tormenta y la mentira

El huracán Melissa pasó. Lo que no pasa —lo que se repite con cada tormenta, cada apagón, cada “llamado a la solidaridad”— es la estructura del abuso. Porque no es solo un fenómeno meteorológico, supone la exacta radiografía de la miseria moral de un sistema que convierte cada tragedia en propaganda y cada gesto del pueblo en materia prima para sostener el relato del sacrificio.

Los cubanos del oriente enfrentan un abandono terrible e inhumano. Mientras las organizaciones internacionales intentan llegar, el gobierno cuenta donaciones en pesos; mientras el mundo ofrece ayuda, el régimen filtra quién la recibe; mientras GAESA acumula dólares, el pescador reconstruye su casa con las manos. En Cuba, sigue lloviendo sobre lo mojado, y la tormenta real lleva años sin moverse de la isla.

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1 comentario en “Huracán Melissa rompe Cuba: catástrofe en un país arruinado”

  1. Super triste lo que están pasando los cubanos por cuenta de un régimen que nadie quiere, y que nadie tiene fuerzas para derrocar. “No hay mal que dure cien años” … amén.

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