
Lo que ocurre en Gaza hoy no es un giro repentino sino la aceleración de una lógica que se instaló hace años y que, desde 2023, ganó un ritmo sombríamente acelerado.
Nuevo proceder en Gaza
Israel anunció hace apenas unos días que moverá a civiles desde zonas de combate hacia el sur, con tiendas y servicios mínimos en Al-Mawasi y áreas vecinas. Esto mientras prepara una ofensiva para tomar Ciudad de Gaza.
El mensaje sugiere un orden militar que pretende ser quirúrgico, pero la vida dentro del enclave se ha vuelto todo lo contrario. Las distancias son cortas, la densidad es extrema, los servicios colapsaron y la ayuda entra cuando puede. Sobre ese tablero, cualquier traslado se convierte en un éxodo.
El escenario histórico en Gaza

Para entender por qué se ha llegado hasta aquí conviene mirar el trazado largo. Tras la Guerra de los Seis Días en 1967, Gaza quedó bajo administración militar israelí durante décadas. En 2005 llegó la llamada desconexión, con la salida de tropas permanentes y el desmantelamiento de asentamientos.
Dos años después, cuando Hamás tomó el control del enclave, Israel declaró a Gaza una entidad hostil y endureció un régimen de cierres que afectó de forma directa la economía, la movilidad y la vida cotidiana.
Desde 2023 la reentrada militar fue amplia y constante, con la vista puesta en el corredor Filadelfi, esa franja fronteriza con Egipto que Israel considera crucial para cortar túneles y el flujo de armas. Controlar ese paso modificó por completo la logística de la ayuda y la posibilidad de evacuaciones médicas.
En paralelo, el mapa interno se redibujó con “zonas rojas”, franjas de supuesta seguridad y sectores de evacuación que comprimen a la población en espacios cada vez más pequeños.
El marco jurídico que pesa sobre cada decisión
La arquitectura jurídica que rodea cada decisión pesa tanto como los drones en el cielo. El Cuarto Convenio de Ginebra prohíbe el traslado forzoso de civiles en territorio ocupado, salvo evacuaciones estrictamente temporales por razones de seguridad o por necesidades militares acuciantes, con la obligación de permitir el retorno.
Esa cláusula, escrita para otros escenarios del siglo XX, hoy se relee en Gaza con un dramatismo moderno. A la vez, la Corte Internacional de Justicia ha dictado medidas provisionales para proteger a la población y facilitar la entrada de ayuda, sin pronunciarse aún sobre el fondo del caso por genocidio.
La Corte Penal Internacional, por su parte, emitió órdenes de arresto contra líderes israelíes por crímenes de guerra y de lesa humanidad, incluidas las acusaciones vinculadas al uso del hambre como método de guerra, y también contra líderes de Hamás por crímenes de extrema gravedad. La batalla jurídica no ofrece alivio en el terreno. Todos hacen lo que quieren y la región lo sufre como nadie.
Zonas seguras que no lo son
Si el derecho dibuja fronteras morales, la realidad las desborda. Al-Mawasi es presentada como zona segura, una etiqueta que suena a resguardo pero que en el terreno significa hacinamiento, servicios mínimos y miedo.
Hay ataques dentro o junto a esas áreas, lo que cuestiona su función protectora. La población, mayoritariamente menor de edad, vive entre lonas, polvo y expectativas rotas. En un enclave con más de seis mil habitantes por kilómetro cuadrado antes de la guerra, cada orden de evacuación desencadena un movimiento de miles de personas que no encuentran lugar dónde asentarse. Allí, la semántica cede ante lo evidente. No hay “seguridad” que resista la falta de agua, la atención médica errática y la incertidumbre permanente.
Repercusión e imagen de Israel sobre Gaza
Sobre esa realidad se proyecta otra capa, menos tangible pero igual de poderosa; la de la percepción global. Las imágenes que circulan —familias desplazadas, edificios desmoronados, hospitales dañados— han invertido la conversación pública internacional.
Israel insiste en su amenaza existencial y en la necesidad de destruir la capacidad militar de Hamás. Entre tanto, amplios segmentos del mundo observan un uso desproporcionado de la fuerza y el deterioro sistemático de la vida civil.
En encuestas recientes predominan las opiniones desfavorables hacia Israel y su liderazgo en gran parte de los países consultados. A la vez, aumenta el antisemitismo en diversos contextos, lo que contamina el debate y tensa universidades, medios y gobiernos. Entre la crítica legítima a políticas de un Estado y el prejuicio contra un pueblo hay una línea que a menudo se cruza sin que nadie lo advierta a tiempo.
La doctrina que ordena la fuerza
La doctrina militar que ordena este ciclo privilegia la disuasión por castigo. Desde finales de los 2000s, altos mandos israelíes han defendido golpear con dureza la infraestructura de los bastiones enemigos para restablecer la calma.
En Gaza esa lógica deja huellas visibles que luego son imposibles de borrar: barrios arrasados, redes de agua y electricidad interrumpidas, escuelas convertidas en refugios, zonas industriales paralizadas. Cada una de esas cicatrices tiene un costo humano inmediato y otro a mediano plazo, porque desarma la posibilidad de reconstruir una economía viable cuando cese el fuego.
El corredor de Filadelfi: la “llave” del día después en Gaza
En medio del ruido, hay piezas de la historia que rara vez ocupan titulares. Frente a la costa duerme Gaza Marine, un yacimiento de gas descubierto en el año 2000. Es modesto si se lo compara con los grandes campos de la región, pero suficiente para imaginar una base fiscal para una Palestina reconocida y funcional. Su desarrollo quedó congelado por la inseguridad, las disputas y la ausencia de un marco político estable. Es un recordatorio de que la parálisis no solo destruye, también impide crear.

Las capas del contexto en Gaza
En los próximos días y semanas conviene seguir tres pistas. La primera, el modo en que se ejecuten las reubicaciones hacia Al-Mawasi y áreas adyacentes, con la pregunta de siempre. Si habrá protección real, servicios básicos y garantías efectivas de retorno.
La segunda comprende el grado de control sobre Rafah y el corredor Filadelfi, porque de esa franja depende buena parte del flujo humanitario y cualquier conversación sobre el día después.
La tercera, la presión jurídica y diplomática, que seguirá condicionando a quienes proveen asistencia, tecnología y financiamiento, y que poco a poco empuja a empresas y gobiernos a rendir cuentas.
La máscara que ya no se sostiene
Hay una última capa, quizá la más difícil de procesar, la de la fatiga moral. El mundo observa y se agota. La repetición de las escenas de desplazamiento, la insistencia en los mismos argumentos y el tropiezo permanente de la ayuda generan indiferencia y rabia a partes iguales. No es un dato menor. De la calidad del relato público dependen las decisiones políticas que permiten abrir pasos, coordinar “altos” en el fuego local, sostener hospitales y escuelas. Cuando el relato se quiebra, todo lo demás se vuelve más frágil.
Gaza no es un tema nuevo y, sin embargo, todo en 2025 parece distinguirla de otras etapas. Está la sensación de que se ha naturalizado un modo de administrar un territorio a través de reubicaciones sucesivas, corredores vigilados y zonas que cambian de color en los mapas.
Si ese modo se consolida, la pregunta ya no será cómo termina la guerra, sino qué forma adoptará la vida dentro de ella. En ese punto, el derecho internacional deja de ser una referencia distante y se transforma en herramienta concreta, porque de su cumplimiento dependen el retorno, la reparación y el mínimo de dignidad que cualquier sociedad necesita para volver a ser.
La guerra como obsesión y negocio
En 2024 las exportaciones de defensa alcanzaron casi 15 mil millones de dólares, cuarto récord anual consecutivo, con un salto del 13% respecto del año anterior. Misiles, cohetes y sistemas antiaéreos concentraron la mayor parte de los contratos, muchos con Europa.
A la vez, firmas como Elbit Systems reportaron incrementos notables en ingresos y cartera de pedidos gracias a la demanda de drones y sistemas “probados en combate”. Esa etiqueta —“combat-proven”— forma parte del marketing de varias compañías israelíes desde hace años. Todo ello sostiene la idea de una economía de seguridad que aprende, produce y vende al calor de conflictos reales.
Ahora bien, que exista negocio no significa que el país “gane” con la guerra en términos netos. El coste macroeconómico es gigantesco. La OCDE señala daños a inversión y exportaciones en 2024, pese al tirón del sector tecnológico. En otras palabras: el negocio de la defensa crece, pero la factura de la guerra es sistémica y la paga toda la economía. Claro, contra Gaza no es guerra, es genocidio, aunque oficialmente no haya reconocido o no se quiera reconocer.
Repercusiones regionales de la situación en Gaza
La presencia israelí en Palestina y los ciclos de guerra han irradiado efectos en todo Oriente Medio por décadas. Hay desplazamientos masivos desde 1948, guerras interestatales (1967, 1973), incursiones y retiradas en el Líbano (1982, 2000) y rounds repetidos en Gaza.
Desde 2023, la onda expansiva se volvió inmediata: Hezbolá e Israel elevaron su intercambio de fuego hasta el punto de que, en 2025, hubo operaciones terrestres en el sur del Líbano. Los hutíes atacaron rutas comerciales en el Mar Rojo, e Irán e Israel cruzaron golpes directos por primera vez en décadas. Ese corredor de tensiones encarece el comercio, reconfigura alianzas y mantiene a la región en estado de alerta permanente.
El papel del primer ministro: cálculo político y guerra interminable

Más allá de la retórica de “seguridad”, el liderazgo importa. Benjamín Netanyahu sostiene que prolongar la presión militar es imprescindible para derrotar a Hamás y rescatar a los rehenes. Críticos y analistas —de Amos Harel a editores de Haaretz o columnistas en medios internacionales— argumentan que el primer ministro alarga el conflicto para evitar una rendición de cuentas por el 7 de octubre, aplazar elecciones y mantener unida a una coalición de línea dura.
En los últimos días, varias piezas periodísticas describen su plan de “tomar control” de Gaza como un callejón sin salida que, además, sirve a su supervivencia política. Dentro de Israel, las protestas de familiares de rehenes y la grieta con mandos militares —incluido el jefe del Estado Mayor— muestran que esta lectura ya no es solo externa.
El ‘doble rasero’ occidental: vetos, armas, ayuda y tribunales
Veto de EE. UU. en la ONU
Llamarlo “hipocresía” ya no es un exceso retórico. Hay hechos concretos, repetidos y medibles. Estados Unidos dice defender un orden basado en reglas y la protección de civiles, pero el 4 de junio de 2025 volvió a vetar en el Consejo de Seguridad una resolución sobre Gaza mientras el enclave atraviesa una emergencia humanitaria.
Ese mismo día, Washington publicó las razones en una nota oficial; la ONU registró que la medida, otra vez, naufragó por el veto estadounidense. El contraste es nítido entre la retórica de “proteger civiles” y la práctica de bloquear respuestas multilaterales en la sala que decide sobre paz y seguridad.
Compasión en el discurso, bombas en los hechos
A la vez, la ayuda humanitaria convive con el armamento. En abril de 2024, la Casa Blanca firmó una ley de 26.000 millones de dólares para Israel (con un tramo humanitario para Gaza), y, tras una breve pausa en mayo de 2024, reanudó el envío de bombas de 500 lb manteniendo en revisión las de 2.000 lb por su efecto en áreas densamente pobladas.
Salvo ese paquete de bombas pesadas, todo lo demás fluye con normalidad. El mensaje implícito es claro; se compadece el sufrimiento civil, se financia ayuda, pero se siguen entregando armas que sostienen la campaña.
UNRWA sin financiamiento en plena hambruna
La UNRWA, columna vertebral de la asistencia a refugiados palestinos, quedó atrapada en la misma contradicción. Aun cuando varios donantes reanudaron fondos tras revisiones internas, Estados Unidos mantuvo por ley la prohibición de financiar a la agencia hasta marzo de 2025, en plena hambruna y desplazamientos masivos. Es una decisión que limita la “manguera” humanitaria mientras continúan otras formas de apoyo militar.
CPI a dos velocidades
El caso de la Corte Penal Internacional exhibe el doble rasero de forma casi didáctica. En marzo de 2023, el secretario de Estado Blinken pidió a los Estados miembros cumplir la orden de arresto de la CPI contra Vladímir Putin.
Pero cuando en 2024–2025 la CPI avanzó contra líderes israelíes, Washington pasó a promover sanciones contra el tribunal —la Cámara de Representantes aprobó un proyecto y en febrero de 2025 la Casa Blanca firmó un decreto sancionatorio contra funcionarios de la CPI—. Celebrar a la Corte frente a Rusia y castigarla cuando toca a Israel es selectividad.
Europa no escapa del doblez sobre lo que ocurre en Gaza
Europa tampoco sale ilesa. La posición común de la UE obliga a negar licencias si hay “riesgo claro” de violaciones graves del derecho humanitario; el Tratado sobre el Comercio de Armas fija un umbral de riesgo que impone denegar exportaciones.
Aun así, muchos gobiernos siguieron autorizando transferencias o tardaron en frenarlas. Es cierto que hubo virajes. El Reino Unido suspendió 30 de aproximadamente 350 licencias en 2024. Una corte neerlandesa ordenó detener el tránsito de piezas del F-35 hacia Israel. En Bélgica, la justicia prohibió el tránsito de material militar por Amberes. Alemania anunció en agosto de 2025 un alto de exportaciones a raíz de la escalada en Gaza.
Sin embargo, todos esos frenos llegaron tarde y parciales, tras meses de destrucción, y coexistieron con otras vías de suministro o con la permanencia en cadenas globales como la del F-35. Esa disonancia entre normas y hechos es, precisamente, lo que alimenta la acusación de doble rasero.
“Combat-proven”
El telón de fondo económico tampoco ayuda a desactivar la crítica. Las exportaciones de defensa de Israel marcaron récord en 2024 (≈15.000 millones de dólares, +13%). Europa absorbe más de la mitad de los contratos, dato curioso. Elbit Systems reportó saltos de ingresos, cartera y pedidos internacionales.
El negocio de la defensa crece mientras el marco jurídico internacional advierte de riesgos graves para la población civil. No importa. La narrativa de “aprendimos de esta guerra para vender mejor” parece hecha a medida para dinamitar cualquier pretensión moral en Occidente.
Balance: occidente vende discursos pero…
Así luce la hipocresía cuando se mide con datos. Los vetos impiden soluciones diplomáticas. Las armas siguen llegando pese a las advertencias. Los fondos humanitarios están condicionados en el peor momento. Por si fuera poco, los tribunales internacionales aplauden o castigan según quién sea el acusado.
Todo esto no equivale a negar las amenazas reales que enfrenta Israel ni a eximir a Hamás de crímenes gravísimos. Significa, sencillamente, que las reglas que Occidente invoca para juzgar a otros se aplican con una elasticidad notable cuando el aliado es Israel. Y esa elasticidad tiene consecuencias. Erosiona legitimidades, desacredita mensajes y deja a la diplomacia con menos herramientas.
Qué observar ahora del escenario en Gaza
En las próximas semanas conviene observar cómo se ejecutan las reubicaciones hacia Al-Mawasi y áreas adyacentes. Si existen protecciones reales (algo lamentablemente poco probable), servicios básicos y garantías efectivas de retorno.
Habrá que seguir el grado de control en Filadelfi y Rafah. De esa franja depende buena parte del flujo humanitario y cualquier conversación sobre lo que pudiera seguir. También pesará la presión jurídica y diplomática, que condiciona a quienes proveen asistencia, tecnología y financiamiento, y que poco a poco empuja a empresas y gobiernos a rendir cuentas.
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ONU – OCHA. Informes sobre Gaza y los territorios ocupados (2023–2025) → OCHA
Corte Internacional de Justicia. Medidas provisionales en el caso Sudáfrica vs Israel, 2024 → ICJ
Corte Penal Internacional. Órdenes de arresto contra líderes de Israel y Hamás, 2024 → ICC
Human Rights Watch. “Gaza: Israel’s Safe Zone is Not Safe”, 2024 → HRW
Ministerio de Defensa de Israel. Defence Export Report 2024 → MOD Israel
Haaretz – Amos Harel. Análisis sobre Netanyahu y la guerra en Gaza → Haaretz
Naciones Unidas. Actas del Consejo de Seguridad, 4 junio 2025 (veto de EE. UU.) → UN.org
OCDE. Economic Survey of Israel 2024 → OECD
